En plena campaña legislativa, Gino Visconti reproduce en La Rioja el mismo libreto comunicacional que Javier Milei aplica a nivel nacional: silencio frente a reclamos sociales, negación de problemas de fondo, confrontación discursiva y ausencia de respuestas concretas. El episodio con vecinos que cuestionaron la quita de pensiones por discapacidad expuso con crudeza ese método.

En el marco de la campaña electoral para las elecciones legislativas del próximo 26 de octubre, Gino Visconti, candidato a diputado nacional por La Rioja de La Libertad Avanza (LLA), ha tomado un rol que excede lo local. Acompañado en varias de sus recorridas por Iñaki Gutiérrez -polémica figura vinculada a la comunicación de Javier Milei-, Visconti se enfrenta a vecinos que cuestionan no solo su propuesta política, sino también su falta de respuesta frente a las problemáticas sociales más acuciantes. Este comportamiento refleja, de manera explícita, un método que ya es por demás visible en el gobierno nacional: el silencio frente a los más vulnerables, la negación de las problemáticas y un estilo retórico agresivo que busca confrontación más que solución.
Por caso, durante una de sus caminatas de campaña, vecinos de la Capital riojana hicieron sentir su enojo frente a la quita de subsidios a las pensiones por discapacidad, medida implementada por el gobierno nacional de LLA. El registro audiovisual de la jornada muestra a Visconti nervioso y en silencio, limitándose a esbozar una sonrisa irónica, mientras su “socio” toktokero intentaba “descomprimir” la situación asegurando que la persona afectada podría recuperar la pensión. El gesto, más que ofrecer respuestas concretas, subraya la incapacidad del candidato para enfrentar reclamos por decisiones que afectan directamente a los sectores más vulnerables.
No se trata de un hecho aislado. En reiteradas oportunidades, la presencia de representantes de LLA en actos, caravanas y recorridas fue interrumpida por manifestaciones de jubilados, pymes, movimientos estudiantiles y organizaciones de derechos humanos, todas movilizadas por medidas económicas, recortes y declaraciones públicas. Visconti, al igual que el presidente Milei, ha optado por la estrategia del silencio o la evasión: mirar hacia otro lado frente a denuncias de corrupción, omisiones en políticas sociales y recortes que impactan en los sectores más necesitados.

Paralelismo inevitale
El paralelismo entre Visconti y Milei no se limita a la falta de respuestas concretas. Ambos adoptan un discurso agresivo y soberbio, caracterizado por la descalificación del adversario y la creación del choque “nosotros versus ellos”. Milei, conocido por sus calificativos virulentos contra opositores y funcionarios (“ratas”, “kuk@s”, “mandriles”, etc.), ha convertido la confrontación en un sello de su comunicación política. Visconti reproduce esta lógica a nivel provincial, denunciando al “clientelismo” oficialista, tildando a listas rivales de “funcionales al sistema” y presentándose como la alternativa ética y disruptiva que liberará al electorado de los mismos políticos de siempre. Visconti refuerza la polarización en base a la violencia discursiva, pero de propuestas: nada de nada.
En ese contexto de vacío de ideas, uno de los elementos centrales que Visconti hereda de Milei es la minimización o reinterpretación de los problemas sociales. Mientras que Milei ha llegado a desestimar la pobreza y la precariedad laboral con comentarios que ridiculizan la situación de millones de argentinos, Visconti evita ofrecer respuestas concretas frente a la quita de pensiones o la falta de políticas inclusivas. Su narrativa se centra en la “autonomía del ciudadano” y la responsabilidad individual, sugiriendo que los problemas derivan del supuesto sometimiento al Estado (del cual ha sabido valerse para beneficios personales) o la dependencia de programas sociales.
En entrevistas y declaraciones, Visconti ha planteado que “la gente está cansada de depender del Estado para subsistir”, proponiendo incentivos para formalizar empleos y simplificación tributaria como solución general. Sin embargo, estas propuestas carecen de un desarrollo operativo detallado, y en la práctica no abordan la urgencia de quienes sufren los recortes o la exclusión económica que propone Javier Milei y también su jefe político, Martín Menem. En este punto, el método del Presidente y sus secuaces queda replicado: la responsabilidad se traslada al ciudadano, mientras se esquiva la resolución efectiva de las problemáticas sociales.
Queda claro en este punto que el patrón de comportamiento de Visconti -silencio frente a reclamos, negación de problemas, retórica agresiva, ausencia de concreción programática- no es solo un síntoma local, sino el reflejo de un método nacional que Milei ha instaurado en la comunicación política de su espacio, basado algunos pilares: violencia verbal constante que busca atacar al adversario más que explicar políticas; reinterpretación de la realidad social que intenta responsabilizar al ciudadano por carencias que derivan de decisiones estatales; evitar explicaciones detalladas para mantener una narrativa centrada en slogans y lemas de identidad partidaria.
Este paralelismo no es un detalle menor; es una manifestación local de un método nacional que prioriza la violencia verbal y el show mediático sobre la política social efectiva. El silencio frente a los vecinos afectados por la quita de subsidios a pensiones por discapacidad, el evitar debates sobre corrupción y la ausencia de propuestas operativas muestran un patrón que advierte sobre los riesgos de una política centrada en la forma más que en la función. La estrategia de LLA, replicada en la figura de Visconti, refleja un estilo político que prefiere la agresión retórica y la negación de los problemas reales a la resolución de los mismos, dejando a los sectores más vulnerables expuestos. En definitiva, la candidatura de Gino Visconti no puede analizarse aisladamente: es el triste reflejo local de la retórica nacional de Milei.